Collares de macarrones y cuadros de lentejas: 365 días de la madre

No fueron las grandes superficies comerciales quienes «inventaron» este día para lucrarse, fueron las hijas e hijos orgullosos de sus madres.

¿Quién no hizo un collar de macarrones o un cuadro de lentejas para el día de la madre?

Ellas son tan sensacionales que sin necesidad de polvos de hada ni un poco de azúcar ni palabras mágicas convierten un abrigo en una tienda de campaña, su cama en un barco que nunca naufragará o un beso en la cirugía con anestesia de serie más avanzada que jamás existirá. ¿Por qué celebras tú el día de la madre? Todos tenemos mil historias en las que la inventiva de Mamá habría sentado sentencia, ¿cuál es la tuya?.

Historia del día de la madre

Las primeras celebraciones conocidas, sobre todo en occidente, del día de la madre, de mediados de segundo siglo antes de Cristo, nos remite a Rea (Rhea), la diosa griega. Cuenta la mitología que fue la hija de los dioses de la Tierra y el Cielo, es decir, descendiente directa de Gea y Urano; a edad suficiente Rea se desposó con su hermano Cronos, el menor de los hijos de Urano y Gea. De esta unión descienden seis de los doce dioses olímpicos: Poseidón, Hades, Deméter, Hestia, Hera y Zeus, quienes, salvo este último, fueron devorados por su padre apenas nacidos en virtud de que uno de ellos, según el Oráculo, llevaba el destino de derrocarlo.

El día de la madre nace de la veneración a Rea, que ocultó a Zeus y lo cambió por una piedra que fue tragada sin sospechas por el infanticida de su esposo. Zeus creció en Creta y obligó con la ayuda de su madre, sus hermanos Hecatonquiros y su abuela, a vomitar a sus hermanos y la piedra engullida (que se colocó en el Oráculo de Delfos). Mientras se cuidaba secretamente del niño los Coribantes (sacerdotes adoradores de Rea) hacían resonar cascabeles y címbalas para que Cronos no escuchara su llanto, hábito que se extendió a las siguientes festividades por aquél antiguo día de la madre.

Los romanos, que en casi todo copiaron a los antiguos griegos, continuaron los festejos a los que llamaron la Hilaria, que daba comienzo el 15 de marzo y continuaba por tres días enteros. Como todas las celebraciones a lo largo de la historia han sufrido modificaciones y aggiornamientos, actualizaciones, en cada país; el día de la madre no es la excepción.

El espíritu es el mismo, pero los dioses y las creencias (o el descrédito) sobre ellos ha cambiado por completo en el transcurso de la vida del ser humano. El cristianismo sesgó la celebración del día de la madre hacia el icono de la maternidad para esa religión: la virgen María, impoluta e inmaculada progenitora del hijo de dios.

En los Estados Unidos, la primera sugerencia a la creación del Día de la Madre ocurrió por el siglo XIX, cuando la escritora Julia Ward Howe organizó en Boston un encuentro de madres dedicado a la paz. En 1870, la poeta y activista Julia Ward Howe escribió La proclama del Día de las Madres, un apasionado llamado a la paz y al desarme, que dice: «¡Levántense, mujeres de hoy! ¡Levántense todas las que tienen corazones, sin importar que su bautismo haya sido de agua o lágrimas! Digan con firmeza: ‘No permitiremos que los asuntos sean decididos por agencias irrelevantes. Nuestros maridos no regresarán a nosotras en busca de caricias y aplausos, apestando a matanzas. No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad, la compasión y la paciencia’. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país, como para permitir que nuestros hijos sean entrenados para herir a los suyos. Desde el seno de una tierra devastada, una voz se alza con la nuestra y dice ‘¡Desarma! ¡Desarma!’ La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión». Y sigue: «En nombre de la maternidad y la humanidad, les pido solemnemente que sea designado un congreso general de mujeres, sin importar nacionalidad, y que se lleve a cabo en algún lugar que resulte conveniente, a la brevedad posible, para promover la alianza de diferentes nacionalidades, el arreglo amistoso de cuestiones internacionales».

A partir de ahí, la lucha por honrar a las madres la tomó Anna Jarvis, a principios del siglo XX, en una pequeña ciudad del Estado de Virginia Occidental. Acompañada por un grupo de amigas, Anna empezó un movimiento para instituir un día en que todos los niños pudiesen homenajear a sus madres. Esa lucha la ayudó a salir de una profunda depresión debido al fallecimiento de su madre, y en poco tiempo la celebración se alastró por todo el país haciendo con que el Presidente Wilson oficializara el Día de Madre como día de fiesta nacional, siendo celebrado todos los segundos domingos del mes de mayo.
Con el tiempo, otros muchos países, de distintas partes del mundo, se fueron sumando a la celebración. La idea principal de Anna Javis era fortalecer los lazos familiares y el respeto por los padres. Un sueño realizado. Pero con el tiempo, la celebración fue perdiendo el sentido para ella. La popularidad de la fiesta hizo con que la fecha se convirtiera en un día lucrativo para comerciantes, principalmente para los que vendían claveles blancos, la flor que simboliza a la maternidad.
Anna Javis, que pasó prácticamente toda su vida luchando para que las personas reconociesen la importancia y el valor de las madres, entró con un proceso para anular el Día de la Madre, pero no tuvo éxito. «No creé el día de la madre para tener lucro», dijo furiosa a un reportero, en 1923, Se murió en 1948, a los 84 años de edad. Recibió tarjetas conmemorativas de todo el mundo durante años, pero no llegó a sentir lo que era ser Madre.

El origen del actual Día de la Madre

Se remonta al siglo XVII, en Inglaterra. En ese tiempo, debido a la pobreza, una forma de trabajar era emplearse en las grandes casas o palacios, donde también se daba techo y comida. Un domingo del año, denominado «Domingo de la Madre», a los siervos y empleados se les daba el día libre para que fueran a visitar a sus madres, y se les permitía hornear un pastel (conocido como «tarta de madres») para llevarlo como regalo. Esta celebración se desarrollaba colectivamente, en bosques y praderas.

Otras celebraciones de la maternidad

Honrar la maternidad también fue característica de las culturas que poblaron Mesoamérica antes de la Conquista. Una de ellas, la azteca, rendía culto a la madre de su dios Huitzilopochtli, la diosa Coyolxauhqui o Maztli, que según era representada por la luna.
La mitología cuenta que durante la creación del mundo fue muerta a manos de las estrellas, que celosas, le quitaron la vida para que no diera a luz a su hijo Huitzilopochtli, quien representaba al sol, sin embargo, éste sí pudo nacer, venciendo a las tinieblas. Los indígenas rendían especial tributo a esta diosa y dedicaron a ella hermosas esculturas en oro y plata, que no sólo revelan profundo sentido artístico sino la importancia tan grande que ellos concedían a la maternidad.

Por Paula Alonso

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